El gran peligro que acecha a la literatura infantil y a la juvenil en lo que respecta a su categorización
como literatura, es justamente el de presentarse a priori como infantil o como juvenil. Lo que puede
haber de «para niños» o «para jóvenes» en una obra debe ser secundario y venir por añadidura, porque el
hueso de un texto capaz de gustar a lectores niños o jóvenes no proviene tanto de su adaptabilidad a un
destinatario sino sobre todo de su calidad, y porque cuando hablamos de escritura de cualquier tema o
género, el sustantivo es siempre más importante que el adjetivo. De todo lo que tiene que ver con la
escritura, la especificidad de destinatario es lo primero que exige una mirada alerta, porque es
justamente allí donde más fácilmente anidan razones morales, políticas y de mercado.

Texto de contratapa